En esta ocasión participaron en esta cita ya consolidada un total de 16 nadadores
Suances acogió el pasado fin de semana la 13ª edición (ó la 12+1 para los supersticiosos) de la Travesía a Nado desde la Playa de La Concha hasta la Isla de los Conejos. Una cita que reúne cada año a un grupo fiel de nadadores, a los que siempre se une algún nuevo deportista, dispuestos a compartir una experiencia, sin duda, única e inigualable.
Así, en esta ocasión tomaron la salida 16 nadadores, siendo uno de los veteranos de la prueba David Piquero (que completó su décima travesía). En el lado de los debutantes, nos encontramos con dos nombres: Íñigo Álvarez González y Claudia Pérez Herrera, siendo esta última con 17 años y cuarenta y un días la más joven de los nadadores en afrontar la prueba.
En cuanto a la climatología, las predicciones ya apuntaban que las condiciones podían ser “peliagudas”. Y no fallaron. Resultó un día nublado, con escaso viento pero con la mar más subida de lo deseable para realizar una travesía cómoda.
Aún así, esta edición volvió a resultar todo un éxito, confirmando el acierto de la iniciativa y la brillante labor que desarrollan los organizadores y participantes.
En esta línea, desde la organización han querido destacar nuevamente el imprescindible e impagable apoyo que, año tras año prestan de forma desinteresada Cruz Roja del Mar y el Club de Buceo Galatea de Suances. Y en ediciones “complicadas” como esta, más aun si cabe. Con sus embarcaciones acompañan, marcan el rumbo en caso necesario y arropan a los participantes, y una vez completada la travesía traen de vuelta a los nadadores hasta las proximidades del arenal de La Concha.
Crónica
La travesía se inició pasada la media tarde (la mejor opción entre las posibles dadas las previsiones). Las olas rompían suavemente contra la barra que avisa del inicio del muro que delimita la ría de Suances por el lado de Cuchía. Este era el aviso discreto de que habrían de pelear de continuo al ir dejándola atrás en el intento de cumplir con los 2.400 metros que separan ambos puntos del recorrido, en el mejor de los casos
Entrar enseguida supuso una pequeña pelea ya que había que vencer la serie de olas que rompen en esa zona próxima a la desembocadura de la ría. El resto de la travesía fue un continuo subir y bajar sobre las olas sin solución de continuidad; duro, movido, pero siendo la decimotercera edición estaba claro que habría que pagar algún pequeño tributo.
La travesía se realizó en las condiciones límite de lo recomendable, de hecho fue la segunda vez entre las trece ediciones en la que la mar no permitió acercase hasta la pared de la isla, obligando a los hombres y mujeres que acometieron la travesía a mantenerse a una prudente distancia de esta.
La jornada terminó con el tradicional encuentro de hermandad entre los participantes en torno a una suculenta paella, donde se charla sobre lo acontecido, se disfruta de la compañía y se empiezan a hacer cábalas a cerca de la siguiente edición, para la cual ya ha empezado la cuenta atrás.